Dos novelas en una, complementarias y a la vez contradictorias como los hermanos gemelos que la protagonizan. En la primera parte, contada por Kian en 1992, ingresamos a una casa que, como muchas durante la época más dura del terrorismo, sirve de fortín y burbuja que protege en su seno a la siguiente generación, a estos niños que desde un árbol de ponciana, límite poroso entre el adentro y afuera, logran atisbar un mundo que se cae a pedazos. La segunda parte, narrada por Sasha en el 2015, se presenta a modo de bitácora de un personaje sintomático. Tras la pérdida del mundo idílico y con la separación de los hermanos, Sasha intentará dar cuenta de su proceso de duelo y desmembramiento, y utilizará la imagen de Alejandra Pizarnik, su poeta favorita, como continente donde irá vaciando los restos de su propia identidad. |